Mostrando entradas con la etiqueta Historicos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historicos. Mostrar todas las entradas

24.5.12

Colaboraciones: El Ex-cuartel


Era un día frío y lluvioso, nada propicio para hacer fotos, pero la cercanía  mi destino por unos días por temas laborales, hizo que mi compañero y yo nos acercáramos para contemplar esta magnífica construcción abandonada a su suerte, y que tantas veces nos habían comentado por su magnitud.




Se localiza cerca de una bella ciudad rodeada por imperiosos fuertes en su mayoría en buen estado de conservación, decidimos, por ser el más majestuoso, acudir este en concreto. Encaramado en una colina a la que se accede por una angosta pista semi-asfaltada y sin indicaciones precisas para llegar al lugar.



La entrada parece pequeña, de dos metros de ancha, pero al atravesarla accedemos a un patio gigante con un foso e imponentes muros que cierran el interior del fuerte en varios anillos protectores.



 Todavía están las casetas donde el ejército estuvo acuartelado y algunas conservan restos de las cocinas y chimeneas donde desarrollaban su vida diaria.




Las múltiples estancias nos hacen adivinar el gran número de acuartelados que estarían destinados en aquel lugar, todos ellos encargados de la protección del interior del núcleo del fuerte. En el interior encontramos la única edificación de color amarillo, a la que se accede tras pasar gran cantidad de puertas intermedias, en ella nos damos cuenta de la calidad que tuvieron sus despachos, con los suelos de madera y grandes techos de escayola con unos grandes ventanales que divisan y vigilan por todos los costados las instalaciones del fuerte. 



Llegamos a una de las zonas más mágicas de este edificio al encontrarnos con el único objeto del mobiliario que no ha sido retirado del lugar, una bañera enorme encaramada en la parte alta del edificio y con un gran ventanal que divisa parte de la ciudad y el fuerte completo.





En todas las instalaciones existen gran cantidad de galerías interiores que recorren el fuerte por el interior de sus muros y muchos recovecos en los que nos encontramos objetos que demuestran otros usos posteriores al acuartelamiento.





Es complicada la salida directa del edificio por los múltiples pasillos, escaleras y fosos. Nos vamos con ganas de volver y pasar más tiempo en este imponente fuerte del S XVIII, el tiempo de ocio ha finalizado para nosotros.


Ricardo Fernández Vañes

@ricardobarruelo

Un saludo

14.2.12

Un monasterio casi olvidado

Esta vez nos encontramos con un abandono realmente antiguo. Tanto, como que su construcción data del siglo XVI, que ya ha llovido desde entonces. La iglesia es algo más reciente , aunque sólo por un escaso centenar de años.

La primera impresión tras entrar fue bastante mala. Las construcciones que rodeaban la iglesia estaban en muy mal estado. Techos caídos, muros derrumbados… Poco o nada interesante que ver o fotografiar.

La parcela que rodeaba a la iglesia tenía aspecto de haber sido un vergel en tiempos mejores. Aún aguantaban las resistentes palmeras y algún ciprés recalcitrante, pero el resto eran malas hierbas y plantas secas. Una inscripción en la alberca advertía aún del peligro de bañarse en ella, aunque ahora parecía bastante fuera de lugar sin una gota de agua.

La entrada al claustro aún conservaba un cierto aire regio. A pesar de que las barandas habían desaparecido casi en su totalidad aún se conservaban los azulejos en varios lugares, y la escalera tenía aspecto de poder aguantar en su sitio varios siglos más. No se podía decir lo mismo de los techos, cuya escayola había caído tiempo atrás, y de algunos pisos, que por suerte alguien había apuntalado.



En la planta superior todavía quedaban restos de las celosías de madera de las ventanas que asomaban al claustro .También se observaba que se había construido un tajado moderno de metal para suplir el original, que tenía aspecto de haberse venido abajo hace tiempo, por la falta de escombros, aunque también es posible que lo limpiaran cuando hicieron la obra. Aquí los suelos de losa de barro habían desaparecido, pero los azulejos en blanco y azul de las paredes seguían en buen estado.



En la planta alta no quedaba prácticamente ningún resto de mobiliario ni otros detalles. Se observaban aquí y allá algunas obras de consolidación del edificio, como puntales de obra y andamiajes que indican que a pesar de su estado el lugar no está totalmente olvidado. Lo que más nos llamó la atención allí fueron los restos de una enorme y antigua chimenea. El “techo” debía de andar por los dos metros de alto.



Rodeando el claustro por la planta superior llegamos a una puerta que comunicaba con la iglesia, concretamente con el coro, que se encontraba en la segunda planta de la iglesia y al que sólo se podía acceder por donde habíamos entrado. De los venerables asientos de madera no quedaba demasiado, aunque sí lo suficiente para identificar el uso del lugar.



Desde ahí arriba había una vista impresionante de la nave de la iglesia. A pesar del deterioro evidente los techos aún tenían muy buen aspecto. El resto… Pues lo que veis en la foto. Bastantes destrozos, por desgracia.



Desde el coro se podía acceder a la torre. De las campanas no quedaba nada, pero si que había restos de sus actuales habitantes. La enorme cantidad de excrementos de paloma hacía que más que una escalera pareciera una rampa.



El pequeño cuarto superior mostraba unas fantásticas vistas sobre toda la parcela del monasterio y los alrededores. De la estructura que debió sostener la campana quedaba poco más que unos cuantos tablones.



Volvimos sobre nuestros pasos y nos dirigimos a la planta baja del claustro. Había varios montones de tierra bajo los arcos. Lo más curioso era la pintura de colores azul y rojo de dichos arcos. Generalmente los claustros que he visto antes no tenían colores tan llamativos.



El jardín del patio central no era especialmente grande, y a pesar de los años de abandono aún conservaba un cierto aire relajante. De la fuente central apenas quedaba la base. Con un poco de esfuerzo uno podía imaginarse aquel lugar como debió ser, lleno de plantas y con el único sonido del viento y el rumor del agua como acompañantes.



Como queríamos dejar la iglesia para el final nos dedicamos a dar algunas vueltas por el exterior de los edificios. Encontramos algunos sótanos sin ventanas a los que se accedía desde fuera, pero habían sido utilizados para guardar los útiles de los trabajadores de las obras de apuntalamiento, y ahora apenas contenían algún guante viejo y otros trastos inútiles. Entre el poco interés y la falta de luz en aquellas estancias decidimos dirigirnos a la iglesia.

La nave principal estaba prácticamente vacía. En las paredes quedaban algunos restos de púlpitos y pinturas, pero poco más. La zona del altar y la sacristía estaban totalmente arrasadas y llenas de escombros. Sólo los restos de estuco aguantaban mínimamente bien. Lo suficiente para dar fe de de una belleza pasada y ya perdida en su mayor parte.



La vista general desde donde estuvo el desaparecido altar era igual de desoladora, aunque servía para hacerse una idea bastante acertada de la disposición del lugar. Arriba se observa el coro que habíamos visitado antes. Por todo el suelo había trozos de madera arrancados de aquí y de allá.



Lo más curioso que encontramos fue una antigua cripta en la nave paralela a la principal. El agujero en el suelo tenía un aspecto poco tranquilizador, pero nada que no se solucionara con las linternas. Al final de la corta escalera se encontraban los restos de la losa de mármol que antaño tapaba la entrada.



Al final de un corto pasillo estaba la cripta, hoy vacía. La falta de luz era prácticamente absoluta, así que hubo que tomar la foto iluminando con la linterna. Una vez más me llamó la atención el color rojo de los arcos que sujetaban el techo de la cripta. Más sorprendente resultaba la cantidad de escombros que había allí. Probablemente los restos humanos se los habrían llevado hace tiempo, pero el destrozo resultaba tan sorprendente como entristecedor. Por cierto, que las escaleras del fondo conectaban con uno de los pequeños cuartos que habíamos visto mientras rodeábamos el edificio. Siempre había pensado que las criptas no necesitarían más que una entrada…



A pesar del calor la visita resultó de lo más interesante desde el punto de vista fotográfico. Probablemente se nos quedara algo que ver en las edificaciones aledañas, pero el estado de las que sí vimos no nos animó a comprobarlas todas.

Nos despedimos del viejo monasterio deseando que los tiempos venideros sean mejores y que las obras que vimos continúen y fortalezcan el viejo edificio. Aunque me temo que con la que está cayendo se queden sólo en deseos.



En un par de semanas toca entrada “aerotrastornada”. Permanezcan atentos.

23.8.11

Observatorio abandonado en Sierra Nevada

Teníamos pendiente ver este lugar desde hace bastante tiempo, así que coincidiendo con un día libre por Granada el pasado invierno pensamos en subir a verlo.

Cuando llegamos a los albergues universitarios el panorama era bastante malo. Se había aparejado una buena ventisca y un buen montón de coches habían empezado a bajar por el mal tiempo, así que no costó un buen rato y unos cuantos derrapes en el hielo dejar el coche aparcado. Uno de los tres expedicionarios que íbamos descubrió tarde que era mala idea subir en zapatillas de deporte a la sierra en invierno, así que quedamos sólo dos para cubrir el menos de medio kilómetro que separa los albergues del observatorio.

La primera parte de nieve dura fue salvada sin problemas. Una vez en la base del Mojón del Trigo decidimos subir por el frente, pensando que las rocas nos ayudarían a trepar más fácilmente, además de que por aquel lado el monte nos tapaba el viento. Mala idea. En muchas partes lo que parecía nieve era en realidad hielo, y tuvimos que volver sobre nuestros pasos buscando rutas alternativas varias veces al toparnos con placas de hielo que no podíamos romper con las botas. Por suerte al final conseguimos llegar arriba sanos y salvos, con el bonus de que la ventisca había cesado y empezaba a lucir el sol.

El observatorio es más bien pequeñito. Apenas un par de habitaciones, una pequeña cocina y un baño, este último con bañera, curiosamente. El sitio estaba totalmente reventado hasta el punto de que los azulejos habían saltado de las paredes.



Unas escaleras nos llevaban a la “segunda planta”, donde estaba situada la cúpula de observación.



La cúpula se conserva sorprendentemente bien a pesar de los años sin mantenimiento alguno. Aún se mantiene sin agujeros ni pérdida de piezas.



A la derecha se observa el pedestal de cemento que sujetaba el telescopio. La enorme cúpula era capaz de girar totalmente sobre ese eje para permitir orientar el telescopio hacia cualquier parte del firmamento.



Resultaba curioso ver el mecanismo que hacía girar la cúpula. Un simple engranaje sobre una cremallera bastaba para girar la enorme cúpula. La cadena conectaba con una manivela que resultaba sorprendentemente pequeña para tanto movimiento.



Desde luego la falta de mantenimiento y de grasa hacían imposible soñar con mover toda la estructura, pero no dejaba de resultarme sorprendente que el pequeño mecanismo hubiera podido funcionar alguna vez.

Apenas nos llevó más de media hora explorar y fotografiar aquel pequeño lugar, aunque desde luego valió la pena la visita sólo por lo particular de aquel sitio. Eso sí, a 2600 metros de altitud las manos sin guantes tardan poco en dejar de querer hacer fotos.

La bajada la hicimos por el camino, bastante más largo pero infinitamente más seguro que por donde habíamos subido.



De postre unas cuantas fotos en “analógico”. Están tiradas con una vieja Olympus Pen EE-2 cuya principal particularidad es que toma dos imágenes en cada fotograma de 35mm normal. El carrete se reveló en cruzado (carrete de diapositiva, revelado con químicos de papel) a lo que se debe los curiosos colores y el brutal grano de las imágenes.







Si alguien quiere visitar el lugar basta con subir a los Albergues Universitarios de Sierra Nevada, mirar monte arriba y caminar un rato. Eso sí, mucho mejor ahora en verano que cuando todo está cubierto de nieve. Aquí está la localización en google maps.


Salu2!

9.8.11

Balneario sulfuroso abandonado.

Este es uno de esos sitios de los que das con ellos de forma curiosa. Lo había visto al pasar hace ya bastante tiempo, aunque sin prestarle mucha atención. Sin embargo, un buen día me mandaron un correo comentándome donde estaba y algo de la historia del mismo, y de repente empezó a sonar mucho más interesante. Sin embargo seguía sin asociar el sitio con el que había visto. Al final, coincidiendo con la vuelta de unas vacaciones, nos desvíanos unos pocos kilómetros de la ruta para echarle un vistazo.

Lo que nos encontramos era un edificio con muchos años y en bastante mal estado arquitectónico, pero con ese regusto a vieja gloria que tanto nos gusta. No es de extrañar cuando el edificio ha estado en pie más de 120 años.



La entrada, por la parte de atrás del edificio ya auguraba pocas cosas buenas. Justo tras la puerta nos encontramos que el suelo se había caído y se podía ver el piso inferior. Por suerte con alargar la zancada se podía esquivar el problema sin más riesgo.



La planta baja estaba utilizada básicamente como almacén. Botes de pintura, papeles, bidones variados y muchos trastos inútiles se agolpaban tras la entrada principal, hoy cerrada. Entre la basura destacaba la vieja portería.



La mayor parte de las paredes de la planta baja habían desaparecido, y el lugar parecía un almacén de viejos palets de madera.



En varios puntos el techo de la planta superior se había venido abajo dejando como resultado estas inmensas habitaciones derruidas. Daba algo de miedo pensar en subir a las plantas superiores, visto lo visto.



Sin embargo las escaleras tenían bastante buen aspecto, además de ser una maravilla arquitectónica.



Los juegos de colores de las paredes, entre anaranjado y azul, y los adornos pintados en la escayola hacían que uno buscase cualquier ángulo para inmortalizar aquellas escaleras.



En algunos tramos el techo de escayola y cañas había caído, pero en general aguantaban el tipo muy bien a pesar de los años.



Daba la impresión de que si algún día el edificio se desmoronase aquellas escaleras serían lo último en caer presa de la gravedad.



Imaginar tiempos pasados, con trajes de principios de siglo pasado, resultaba casi fácil en aquel entorno donde el lujo se convierte en decadencia.



Los pisos superiores estaban bastante vacíos, pero en buen estado. Es extraño encontrar un lugar en que los destrozos han sido provocados en su mayoría por el tiempo y la humedad, en vez de por la mano del hombre.



Largos pasillos con habitaciones a cada lado en los dos pisos superiores, cruzando el edificio de un extremo a l otro. Curiosamente, a pesar de ser un establecimiento de lujo, las habitaciones, a pesar de lo grandes que eran, no tenían baño propio, sino que era compartido entre varios.




Al fondo encontramos las habitaciones que habían perdido el suelo. Desde arriba la vista era aún más inquietante que desde abajo. ¿Tendremos suerte o caerá el suelo en cualquier momento en el pasillo? Por si acaso más vale andar con paso liviano, vayamos a sustos.



Apenas quedaban muebles allí, y los pocos que había estaban en un estado realmente lamentable. Sin embargo las puertas aguantaban bastante mejor que la mayoría de paredes o suelos.



Tras revisar las plantas superiores nos dirigimos a los sótanos iluminados con la única luz de la linterna. Tras bajar sólo el primer tramo de escalones nos dimos cuenta de que aquello olía bastante mal.



Lo del olor era literal, no una forma de hablar. Una de las características de los balnearios de aguas sulfurosas es que huelen a ácido sulfhídrico. O lo que es lo mismo, a huevos podridos. En la zona de baños el olor ya era perceptible, aunque no molesto.



En las habitaciones a cada lado del pasillo encontramos estas enormes bañeras de mármol. Comparado con lo que estamos acostumbrados a ver en los modernos balnearios, llenos de piscinas y baños comunes, estas bañeras individuales resultaban de lo más curiosas.



Al estar en un sótano la luz era más bien escasa, así que las fotos tienen una curiosa mezcla de luz entre la poca que entraba por las altas y pequeñas ventanas y la de la linterna.



Muy cerca, de los baños se encontraban lo que parecían las escaleras del infierno. Apenas con luz, llenas de óxido y con un olor cada vez más intenso y desagradable.



Curiosamente la estancia estaba pintada de color azul. Supongo que haberla puesto de rojo hubiera puesto de punto los pelos al bañista más valiente, aunque supongo que con las ventanas y puertas sin tapiar el sitio debía de ser bastante menos espeluznante.



Abajo del todo, en una pequeña habitación casi a oscuras, se encontraba el manantial.
El agua aún hoy sigue manando de una oquedad en la pared. Todo el cuarto está inundado de un olor casi insoportable, además del agua.



Una capa de espuma blanca flota sobre el agua, dándole al sitio un aspecto aún más extraño. La diferencia de color entre esta foto y la anterior se debe al uso de la linterna para poder obtener algo más de luz en aquel lugar extraño.



En resumen, esta fue una de esas visitas que valen la pena. Un lugar antiguo, lujoso y decadente, sin apenas rastro de gamberros y lleno de detalles que merece la pena recordar y llevarse en la tarjeta de memoria de la cámara. Ojalá hubiera más así.