31.1.12

Lavadero de mineral abandonado

El siguiente abandono es uno de esos que da gusto visitar: enorme, sin muchos destrozos y lleno de óxido y detalles. Resulta curioso porque está muy cerca de un núcleo urbano y justo al lado de la carretera, y aún así se conservaba mejor que muchos otros sitios que hemos visitado.

El sitio, concretamente, se trataba de un lavadero de galena. El funcionamiento de la instalación consistía en procesar el mineral extraído en las minas por medios principalmente mecánicos de modo que se separase la parte importante (la mena) de la tierra y resto de deshechos (la ganga).

La instalación estaba dividida en dos por la carretera. La primera que visitamos fue la situada más abajo, que era la parte del lavadero. Dando un pequeño rodeo encontramos una zona donde el muro había caído y por donde pudimos pasar sin problemas con todos los cachivaches fotográficos a cuestas.

La primera nave que encontramos era una estructura de hierro con techos de uralita. Por suerte el techo estaba en relativo buen estado, aunque había algunas tejas rotas. Por si acaso procuramos movernos despacio y sin levantar el polvo del suelo para evitar en lo posible que los restos de amianto acabaran en nuestras narices. Y había polvo para aburrir.



Había bastante maquinaria en buen estado, aunque gran parte de ella sólo era accesible mediante una red de pasarelas metálicas elevadas con demasiado óxido como para que uno se sintiera seguro sobre ellas. Con el tiempo uno aprende a moverse por estos lugares minimizando el riesgo. Conviene pisar siempre sobre las vigas y asegurar siempre tres puntos de apoyo, pero uno siempre anda con la paranoia de que todo se venga abajo y que no haya puntos de apoyo que valgan. Por suerte esta vez el peor escenario era una caída de un par de metros, así que íbamos relativamente tranquilos.



Algunas de las máquinas, aparte del óxido habitual, tenían una curiosa “costra” de tierra. Esta en concreto parecía que hubiera estado media vida útil pringada de barro que ahora se hubiera secado.



Junto a la nave estaba el edificio de oficinas. Había bastantes papeles aquí y allá, pero quedaba bastante poco mobiliario y muchas más pintadas que en el resto de sitios.



El lugar contaba con una decena aproximada de habitaciones que debieron albergar la zona de gestión de la empresa. Algunos baños, muchas habitaciones sin ventanas y otras con vistas a la zona de producción. Poco que ver por allí, comparado con la orgía de óxido y metal que había fuera.



Saliendo fuera nos dirigimos al siguiente edificio, que tenía aspecto de ser el principal por tamaño y construcción. Justo en la puerta encontramos gran cantidad de barriles oxidados y productos químicos de aspecto inquietante. Aquello parecía el resultado de la rabieta de un gigante.



En el interior encontramos una sala prácticamente vacía salvo por unos cuantos depósitos de cemento. Salir de allí nos costó escalar un poco ya que la escalera que daba acceso a la pasarela de salida había desaparecido. Más tarde nos dimos cuenta de que dando la vuelta por fuera nos habríamos ahorrado el esfuerzo, pero a veces la línea recta es el camino más rápido, aunque casi siempre el más cansado.



El edificio siguiente era el más grande con diferencia. Una enorme nave de obra con enormes máquinas. En la foto se puede ver una “lavadora” de mineral. Estos trastos servían para separar los materiales más pesados y con más tendencia a hundirse en el agua, de los más ligeros. Le pedí a Nano que se pusiera allí para que sirviera de referencia para que se pudiera apreciar el gigantesco tamaño de aquella máquina. Los ejes y engranajes que había por allí tampoco eran pequeños precisamente.
Había unas cuantas máquinas más, pero esta, que estaba situada en un extremo de la nave, era la más grande y la más cómoda de fotografiar.



Al otro lado de la explanada encontramos los baños y vestuarios de los trabajadores. Aún conservaban las taquillas y un buen montón de zapatos tirados por el suelo. Curiosamente, lo que había desaparecido por completo eran los azulejos de las paredes.



Justo al lado encontramos los talleres que servirían para ajustar y reparar la maquinaria. En el cartel de la puerta se puede leer: “Antes de empezar a trabajar en una máquina y alterar nada avisar al electricista”. Como nosotros no íbamos a alterar nada no tuvimos que avisar a nadie… :).



El taller estaba prácticamente vacío salvo por una grúa de puente y este viejo torno. También había pequeñas piezas y tornillería por todo el suelo, pero nada que le llamara la atención a la cámara.



Más allá, y volviendo hacia la zona por la que habíamos entrado, estaba la zona de almacenes de piezas y repuestos. Tampoco quedaba gran cosa, aunque sí que se veían aún piezas grandes aquí y allá, como este enorme engranaje tirado en el suelo.



De los almacenes de piezas pequeñas aún se conservaban las estanterías, alguna de las cuales aún tenían las etiquetas con el código de las piezas que albergaron en su tiempo.



Justo al lado se encontraban los talleres de vehículos, identificables por un par de fosos, neumáticos viejos y restos de aceite lubricante por doquier. Se ve que entre cambio y cambio de aceite también había lugar para echar alguna cervecita que otra.



Lo más curioso del lugar era el suelo. En general era de color rojizo, pero los restos de mineral daban pinceladas de color extrañas aquí y allá. No podía faltar la típica foto con silla, aunque a saber que hacía esta en medio de la explanada.



Antes de salir echamos un vistazo en los cuartos que había bajo las oficinas. Lo más interesante que encontramos fue el cuarto donde se guardaban los sobres de muestras de mineral. Millares de sobrecitos con tierra en su interior guardados en estantes de madera. Una vista curiosa, cuanto menos.



Al otro lado de la carretera, y tras subir un buen montón de escaleras encontramos la otra parte de la instalación. En esta zona se recolectaba el mineral que llegaba de las minas cercanas por medio de vagonetas y raíles, que volcaban su carga en una serie de tolvas situadas en la parte más alta de la instalación.



Estas tolvas conectaban con un túnel en el que se recogía el material y se iba moviendo por medio de cintas transportadoras. Esta es la vista desde la parte más alta de la instalación, con el trípode colocado sobre una de estas cintas.



Esta es la vista desde la parte de abajo. Esta instalación parecía más antigua que la anterior, ya que además de las pasarelas metálicas había un buen número de plataformas y construcciones en madera. Curiosamente la madera parecía haber aguantado mejor el paso del tiempo que el metal. Para colmo, algunas pasarelas parecían haber sido cortadas con soplete, probablemente con la idea de aprovechar el metal. Sin embargo los trozos cortados permanecían donde habían caído sin que nadie se lo hubiera llevado. Curioso, desde luego.



Desde la mitad de la nave se podía apreciar bastante bien la enorme grúa puente de color amarillo y también hacerse una idea del tamaño de la instalación.



Al fondo, en la parte más baja, había un enorme depósito de material en forma de cilindro de unos 15 ó 20 metros de alto. Probablemente ahí se recogía todo el mineral tras la primera separación mecánica para procesarlo finalmente en la otra parte de la instalación. Daba bastante respeto asomarse a aquel gigantesco depósito , sobre todo tras ver en el fondo los restos de parte de la pasarela que servía para rodearlo.



Las oficinas en este caso eran apenas un par de habitaciones, aunque las vistas eran bastante mejores que las de abajo por la diferencia de altura. Lo que se ve abajo era la zona que habíamos visitado previamente.



La exploración nos llevó toda la mañana, y el tamaño del sitio, junto con el calor que hacía, nos dejó a los dos bastante hechos polvo, aunque satisfechos. En el reportaje he subido 22 fotos, bastantes más de las habituales, pero os puedo asegurar que hicimos muchas más.

Si el reportaje os ha gustado la mitad de lo que nos gustó a nosotros andar por allí me doy por más que satisfecho. Dentro de un par de semanas toca entrada religiosa.

Salu2!

17.1.12

Batería de costa abandonada en Cartagena

El siguiente abandono es un abandono “con trampa”. Ciertamente el lugar está en desuso, pero en realidad no está abandonado, ya que se encuentra parcialmente restaurado y rehabilitado como atracción turística.

La batería costera de Castillitos es uno de los emplazamientos artilleros de costa que rodean la ciudad costera de Cartagena, y probablemente uno de los más importantes. Se empezó a construir en 1933 y estuvo terminada casi por completo en el 36, coincidiendo con la Guerra Civil. En aquella época los cañones eran plenamente operativos salvo por la falta de una dirección de tiro operativa, que no fue construida hasta terminada la guerra.
Las instalaciones estuvieron en uso hasta 1994, momento en el que fueron abandonadas y vandalizadas. Por suerte se llevó a cabo una restauración bastante completa y a fecha de hoy es posible visitar el lugar con garantías de que ningún suelo se te va a hundir al paso.

El nombre de Castillitos le viene que ni pintado al lugar, ya que las edificaciones que componen la batería fueron construidas usando piedra y con numerosas torres y almenas que le dan ese aspecto de pequeño castillo medieval.



Lo más impresionante del lugar son los dos cañones Vickers de 381mm, capaces de lanzar proyectiles de poco menos de 40cm de diámetro y el peso de un Seat 600 a casi 35 km. de distancia. A fecha de hoy los dos cañones están pintados de negro, lo que junto con su colosal tamaño les da un aspecto decididamente amenazador.



Al fondo de la imagen aparece la dirección de tiro que servía para localizar y medir las distancias, trayectorias y velocidades de los barcos objetivo, y dar las ordenes de dirección y elevación de los cañones para el disparo.



Desde ella, en posición elevada, se tiene una inmejorable vista de los cañones y el área de alcance de los mismos. Ciertamente debía de ser impresionante y ensordecedor ver disparara a semejantes bichos desde ahí arriba.



En las paredes interiores de la dirección de tiro encontramos los dibujos de las siluetas de distintos navíos organizados por nacionalidades. Debía ser una forma rápida de comprobar a quien estabas apuntando, además de servir como referencia para calcular a que velocidad y como de rápido podían virar los blancos.



Sin embargo, lo más curioso de estos cañones es lo que no se ve a simple vista. A pesar de su impresionante tamaño, el carenado del cañón apenas levanta un par de metros sobre la superficie. No es demasiado para un cañón que mide algo menos de 20 metros de largo.

Resulta sorprendente descubrir que la maquinaria del cañón se extiende dos pisos hacia abajo.

Lo primero que encontramos fueron los almacenes de munición. Las puertas de persiana estaban destrozadas, y dentro sólo quedaban viejas estanterías oxidadas donde se guardaban los proyectiles. Justo tras la puerta se observaba un curioso sistema de raíles suspendidos para transportar los pesadísimos proyectiles perforantes de 885 kilogramos hasta el cañón.



Este es el eje del cañón. Todo esto giraba usando sistemas hidráulicos. En el centro se observa lo que queda de lo que parece un sistema para subir o bajar munición, aunque no nos quedó claro si servía para subir los proyectiles o bien para recuperar las vainas de los proyectiles. Teniendo en cuenta que este mastodonte era capaz de realizar un disparo cada 60 segundos, la actividad en toda la zona debía ser un auténtico espectáculo.



La sala de máquinas se encontraba justo al otro lado. Aún hoy se conservan gran parte de los motores que servían para impulsar el líquido hidráulico necesario para mover las más de 100 toneladas del conjunto. También se podían ver los sistemas de ventilación y filtros de aire para mantener el lugar habitable.



A pesar de estar parcialmente desmantelados (faltaban bastantes piezas aquí y allá), el estado de la maquinaria era sorprendentemente bueno a pesar de los años de abandono. Las bombas y compresores aún conservan la pintura en buen estado.



Una planta más arriba se encontraba el eje que servía para cambiar la elevación del cañón. La altura hasta la plataforma superior era de algo más de dos metros, lo que sirve para hacerse una idea del tamaño del lugar. Encontramos bastantes desperdicios y botellas vacías allí. Resulta un sitio cuanto menos curioso para hacer botellón, sobre todo porque el sitio se encuentra totalmente a oscuras.



Una planta más arriba se llega a la base del cañón. Allí se podía ver en la pared una regla graduada en grados para poder saber hacia donde estaba orientado el cañón. Por allí se filtraba algo de luz por pequeños agujeros y juntas del cañón, bastante como para poder moverse en la penumbra, pero totalmente insuficiente como para hacer fotos sin la ayuda de la linterna.



Esto es el cañón, visto desde su parte trasera. El “tapón” que se ve arriba es la puerta que se utilizaba para cargar la munición en el arma. Por las pintadas se deducía que debía de haber forma de subir a nivel del suelo (pero dentro del cañón), pero no dimos con ella. Además, el calor sofocante dentro de aquel sitio y el poco sitio para moverse y colocar los trípodes no daban mucho juego para las fotos, así que decidimos salir de allí rápidamente.



El resto de los túneles y habitaciones en el interior del emplazamiento eran curiosos, pero desgraciadamente apenas quedaba algo más que paredes de hormigón y algún resto de cableado eléctrico oxidado aquí y allá. Interesante para ver, pero con poco interés fotográfico, especialmente sumado a la ausencia casi total de luz.

En cuanto al resto de las edificaciones, poco más de lo mismo. Apenas algunos carteles sobre las puertas servían para hacerse una idea del uso que tuvieron las estancias en su día, salvo por algunos indicios difíciles de ver, como restos de soportes de hormigón para maquinaria, o raíles para transportar vagonetas en algunos suelos.



Con la caída del sol nos dirigimos de vuelta al coche. Resulta curioso como una visita que se planteaba poco más o menos como turística al final acabó siendo tan fructífera fotográficamente. Y pocas veces en la vida puede uno decir que ha estado husmeando en las tripas de semejantes colosos de guerra.



Para los que quieran ir a verlo, comentar que se puede llegar sin problemas en coche, aunque la carretera es estrecha y sinuosa. Es una visita recomendable para cualquiera con curiosidad. Os dejo la localización en Google Maps. En el modo de foto aérea se pueden observar los cañones perfectamente

El lugar se encuentra restaurado y vigilado con cámaras, aunque en principio se puede deambular por allí sin restricciones, aunque conviene tener cuidado al asomarse por el acantilado, como los carteles indican.

Salu2!

4.1.12

Palacio versallesco abandonado

Este sitio lo tenía pendiente desde hace un montón de años, pero por su relativa lejanía lo había ido dejando de lado. Por suerte en uno de mis viajes pasamos relativamente cerca y aprovechamos para hacer un alto en el camino.

Aquel día era uno de esos grises y pesados. Estuvo amenazando lluvia todo el tiempo, pero por suerte no le dio por descargar a lo grande, quedándose sólo en algunas gotitas esporádicas, al menos mientras estuvimos allí. Sin embargo, el viento y esa sensación opresiva que precede a la tormenta nos acompañó durante toda la visita.

El enorme edificio fue construido a principios del siglo XX, en estilo Versalles y sin escatimar en gastos y detalles. Tenía forma de U, quedando un enorme patio en la parte interior. En su época de esplendor debía de ser bastante impresionante, pero a día de hoy sólo queda maleza y los restos de una fuente en mitad de él.



Tras cruzar como pudimos la maleza, tratando de no acabar con demasiado barro en las botas, acabamos en lo que pensábamos que era la puerta principal, y que al final resultó ser la trasera. Dicen que si en un abandono puedes ver el cielo desde fuera a través de las ventanas es que el abandono no vale la pena. Generalmente significa que queda poco más que las paredes del sitio. En la foto se aprecia que estábamos ante uno de esos casos. Por suerte, pudimos comprobar que no siempre las reglas se cumplen.



El primer vistazo no podía ser más descorazonador. La totalidad del suelo, probablemente de vigas de madera, se había venido totalmente abajo, dejando a la vista los restos del sótano.



Curiosamente, la habitación contigua estaba sólo en un poco mejor estado que la anterior, y sin embargo los restos de la regia escalera aún impresionaban. No convenía acercarse mucho a la escalera, por lo inestable del suelo que ya había cedido en varios puntos, y nadie con sentido común se aventuraría a intentar acceder a la segunda planta. A mi me recordaba al esqueleto de las escaleras de “Lo que el viento se llevó”. Mi foto favorita de las que saqué, por cierto.



El ala izquierda del edificio estaba llena de vegetación, con techos caidos y poco que ver, al menos sin jugarse el tipo excesivamente para tan parca recompensa en forma de fotos. Por suerte el ala derecha estaba en bastante mejor estado. Este pasillo recorría todo el ala dando a la parte izquierda al patio, y la derecha varias habitaciones. Los escombros y el yeso caído ocultaban la belleza del suelo de losetas ornamentadas, que apenas podía apreciarse ya.



La última sala, al final del pasillo, era una de las más espectaculares del edificio. La pintura y las escayolas del techo aún dejan adivinar el lujoso pasado de aquella sala.



Destacaba la enorme chimenea de escayola y azulejo, con los restos decapitados de las esculturas que simulaban sujetarla. Chimeneas como esta son difíciles de ver hoy en día.



El resto de habitaciones del ala estaban en bastante peor estado. Muros derruidos, ladrillos por doquier y sólo alguna puerta de madera con restos de cristal verde que debieron ser parte de una vidriera.



Acercándonos al cuerpo principal encontramos una sala grande de lo que debió ser el comedor, por su proximidad a la cocina. A pesar de que gran parte del techo se había caído por la humedad todavía se podía apreciar el diseño geométrico de las losetas del suelo. Lo que hay al fondo, aunque casi no se aprecie, era lo que quedaba de una chimenea, aunque bastante más pequeña que la anterior.



A dos habitaciones de distancia se encontraba lo que queda de la cocina, apenas reconocible por esta vieja horno de carbón y los restos de azulejos en las paredes.



A las plantas superiores no se podía subir por la escalera principal, pero encontré una escalera de servicio, estrecha y empinada, a la que se accedía desde el exterior. A pesar de que la escalera estaba en buen estado, no pasaba lo mismo con las habitaciones del segundo piso. Suelos caídos y puertas colgando en el aire fue todo lo que encontré.



La fachada principal, hoy cubierta por la maleza en gran parte, debió ser espectacular en su época. Aún hoy conserva un cierto encanto decadente, como esos templos aztecas devorados por la selva.
Por las pintadas de arriba se puede comprobar que antaño si que se podía subir sin mayor problema a la segunda planta, pero a saber cuanto tiempo llevan los garabatos esos hechos.



Sólo con alejarse un poco se puede apreciar el enorme tamaño de la fachada. Después de esto dimos por finalizada la sesión de fotos y nos dirigimos a la salida de la finca. Por suerte al final no tocó mojarse, a pesar de que todo apuntaba a que iba a caer un buen chaparrón



Cerca de donde habíamos dejado el coche nos encontramos estas edificaciones de llamativos tejados. Luego nos enteramos de que, además del palacio, la finca también contaba con varias fábricas, una de ellas de azulejos.



En el exterior esto es lo que quedaba de la ermita de la finca. En este caso no había mayor interés en mirar dentro, ya que estaba en bastante mal estado, con techos derrumbados, escombros y vegetación por doquier.



Existía un proyecto de convertir el palacio en un establecimiento hotelero, pero de esas noticias han pasado ya unos cuantos años y no se observa mejora alguna salvo por las vallas que rodean el perímetro del palacio y que estaban caídas en varios sitios. Probablemente con la crisis el sitio seguirá en este estado durante bastante tiempo, aunque quien sabe…

Por cierto, feliz año y todas esas cosas. Hasta dentro de un par de semanas, que toca entrada sobre artillería.