23.8.11

Observatorio abandonado en Sierra Nevada

Teníamos pendiente ver este lugar desde hace bastante tiempo, así que coincidiendo con un día libre por Granada el pasado invierno pensamos en subir a verlo.

Cuando llegamos a los albergues universitarios el panorama era bastante malo. Se había aparejado una buena ventisca y un buen montón de coches habían empezado a bajar por el mal tiempo, así que no costó un buen rato y unos cuantos derrapes en el hielo dejar el coche aparcado. Uno de los tres expedicionarios que íbamos descubrió tarde que era mala idea subir en zapatillas de deporte a la sierra en invierno, así que quedamos sólo dos para cubrir el menos de medio kilómetro que separa los albergues del observatorio.

La primera parte de nieve dura fue salvada sin problemas. Una vez en la base del Mojón del Trigo decidimos subir por el frente, pensando que las rocas nos ayudarían a trepar más fácilmente, además de que por aquel lado el monte nos tapaba el viento. Mala idea. En muchas partes lo que parecía nieve era en realidad hielo, y tuvimos que volver sobre nuestros pasos buscando rutas alternativas varias veces al toparnos con placas de hielo que no podíamos romper con las botas. Por suerte al final conseguimos llegar arriba sanos y salvos, con el bonus de que la ventisca había cesado y empezaba a lucir el sol.

El observatorio es más bien pequeñito. Apenas un par de habitaciones, una pequeña cocina y un baño, este último con bañera, curiosamente. El sitio estaba totalmente reventado hasta el punto de que los azulejos habían saltado de las paredes.



Unas escaleras nos llevaban a la “segunda planta”, donde estaba situada la cúpula de observación.



La cúpula se conserva sorprendentemente bien a pesar de los años sin mantenimiento alguno. Aún se mantiene sin agujeros ni pérdida de piezas.



A la derecha se observa el pedestal de cemento que sujetaba el telescopio. La enorme cúpula era capaz de girar totalmente sobre ese eje para permitir orientar el telescopio hacia cualquier parte del firmamento.



Resultaba curioso ver el mecanismo que hacía girar la cúpula. Un simple engranaje sobre una cremallera bastaba para girar la enorme cúpula. La cadena conectaba con una manivela que resultaba sorprendentemente pequeña para tanto movimiento.



Desde luego la falta de mantenimiento y de grasa hacían imposible soñar con mover toda la estructura, pero no dejaba de resultarme sorprendente que el pequeño mecanismo hubiera podido funcionar alguna vez.

Apenas nos llevó más de media hora explorar y fotografiar aquel pequeño lugar, aunque desde luego valió la pena la visita sólo por lo particular de aquel sitio. Eso sí, a 2600 metros de altitud las manos sin guantes tardan poco en dejar de querer hacer fotos.

La bajada la hicimos por el camino, bastante más largo pero infinitamente más seguro que por donde habíamos subido.



De postre unas cuantas fotos en “analógico”. Están tiradas con una vieja Olympus Pen EE-2 cuya principal particularidad es que toma dos imágenes en cada fotograma de 35mm normal. El carrete se reveló en cruzado (carrete de diapositiva, revelado con químicos de papel) a lo que se debe los curiosos colores y el brutal grano de las imágenes.







Si alguien quiere visitar el lugar basta con subir a los Albergues Universitarios de Sierra Nevada, mirar monte arriba y caminar un rato. Eso sí, mucho mejor ahora en verano que cuando todo está cubierto de nieve. Aquí está la localización en google maps.


Salu2!

9.8.11

Balneario sulfuroso abandonado.

Este es uno de esos sitios de los que das con ellos de forma curiosa. Lo había visto al pasar hace ya bastante tiempo, aunque sin prestarle mucha atención. Sin embargo, un buen día me mandaron un correo comentándome donde estaba y algo de la historia del mismo, y de repente empezó a sonar mucho más interesante. Sin embargo seguía sin asociar el sitio con el que había visto. Al final, coincidiendo con la vuelta de unas vacaciones, nos desvíanos unos pocos kilómetros de la ruta para echarle un vistazo.

Lo que nos encontramos era un edificio con muchos años y en bastante mal estado arquitectónico, pero con ese regusto a vieja gloria que tanto nos gusta. No es de extrañar cuando el edificio ha estado en pie más de 120 años.



La entrada, por la parte de atrás del edificio ya auguraba pocas cosas buenas. Justo tras la puerta nos encontramos que el suelo se había caído y se podía ver el piso inferior. Por suerte con alargar la zancada se podía esquivar el problema sin más riesgo.



La planta baja estaba utilizada básicamente como almacén. Botes de pintura, papeles, bidones variados y muchos trastos inútiles se agolpaban tras la entrada principal, hoy cerrada. Entre la basura destacaba la vieja portería.



La mayor parte de las paredes de la planta baja habían desaparecido, y el lugar parecía un almacén de viejos palets de madera.



En varios puntos el techo de la planta superior se había venido abajo dejando como resultado estas inmensas habitaciones derruidas. Daba algo de miedo pensar en subir a las plantas superiores, visto lo visto.



Sin embargo las escaleras tenían bastante buen aspecto, además de ser una maravilla arquitectónica.



Los juegos de colores de las paredes, entre anaranjado y azul, y los adornos pintados en la escayola hacían que uno buscase cualquier ángulo para inmortalizar aquellas escaleras.



En algunos tramos el techo de escayola y cañas había caído, pero en general aguantaban el tipo muy bien a pesar de los años.



Daba la impresión de que si algún día el edificio se desmoronase aquellas escaleras serían lo último en caer presa de la gravedad.



Imaginar tiempos pasados, con trajes de principios de siglo pasado, resultaba casi fácil en aquel entorno donde el lujo se convierte en decadencia.



Los pisos superiores estaban bastante vacíos, pero en buen estado. Es extraño encontrar un lugar en que los destrozos han sido provocados en su mayoría por el tiempo y la humedad, en vez de por la mano del hombre.



Largos pasillos con habitaciones a cada lado en los dos pisos superiores, cruzando el edificio de un extremo a l otro. Curiosamente, a pesar de ser un establecimiento de lujo, las habitaciones, a pesar de lo grandes que eran, no tenían baño propio, sino que era compartido entre varios.




Al fondo encontramos las habitaciones que habían perdido el suelo. Desde arriba la vista era aún más inquietante que desde abajo. ¿Tendremos suerte o caerá el suelo en cualquier momento en el pasillo? Por si acaso más vale andar con paso liviano, vayamos a sustos.



Apenas quedaban muebles allí, y los pocos que había estaban en un estado realmente lamentable. Sin embargo las puertas aguantaban bastante mejor que la mayoría de paredes o suelos.



Tras revisar las plantas superiores nos dirigimos a los sótanos iluminados con la única luz de la linterna. Tras bajar sólo el primer tramo de escalones nos dimos cuenta de que aquello olía bastante mal.



Lo del olor era literal, no una forma de hablar. Una de las características de los balnearios de aguas sulfurosas es que huelen a ácido sulfhídrico. O lo que es lo mismo, a huevos podridos. En la zona de baños el olor ya era perceptible, aunque no molesto.



En las habitaciones a cada lado del pasillo encontramos estas enormes bañeras de mármol. Comparado con lo que estamos acostumbrados a ver en los modernos balnearios, llenos de piscinas y baños comunes, estas bañeras individuales resultaban de lo más curiosas.



Al estar en un sótano la luz era más bien escasa, así que las fotos tienen una curiosa mezcla de luz entre la poca que entraba por las altas y pequeñas ventanas y la de la linterna.



Muy cerca, de los baños se encontraban lo que parecían las escaleras del infierno. Apenas con luz, llenas de óxido y con un olor cada vez más intenso y desagradable.



Curiosamente la estancia estaba pintada de color azul. Supongo que haberla puesto de rojo hubiera puesto de punto los pelos al bañista más valiente, aunque supongo que con las ventanas y puertas sin tapiar el sitio debía de ser bastante menos espeluznante.



Abajo del todo, en una pequeña habitación casi a oscuras, se encontraba el manantial.
El agua aún hoy sigue manando de una oquedad en la pared. Todo el cuarto está inundado de un olor casi insoportable, además del agua.



Una capa de espuma blanca flota sobre el agua, dándole al sitio un aspecto aún más extraño. La diferencia de color entre esta foto y la anterior se debe al uso de la linterna para poder obtener algo más de luz en aquel lugar extraño.



En resumen, esta fue una de esas visitas que valen la pena. Un lugar antiguo, lujoso y decadente, sin apenas rastro de gamberros y lleno de detalles que merece la pena recordar y llevarse en la tarjeta de memoria de la cámara. Ojalá hubiera más así.

2.8.11

Instituto abandonado en Valencia

Después de hacer noche nos dirigimos a nuestro primer y último destino de la jornada. Al final no nos dio tiempo a más, y con la perspectiva de la kilometrada de vuelta tampoco había para mucho más.

Un desafortunado problema con el GPS hizo que nos costara bastante más tiempo y un par de llamadas dar con el lugar, aunque una vez allí la cosa fue tan fácil como aparcar enfrente, esperar a que no pasara nadie y entrar por la puerta abierta como los que no quieren la cosa.

Las primeras impresiones fueron bastante negativas. Ya nos habían avisado que el sitio había sido bastante reventado, aunque no pensábamos que tanto.

Empezamos por la planta baja, donde suelen estar las zonas más interesantes, pero también las primeras que caen víctimas de los gamberros. De la cafetería quedaba entre poco y nada. Apenas la barra y restos del extractor de humos.



El salón de actos tampoco se libraba, aunque aún quedaban allí un buen montón de sillas, aunque me daba la impresión de que ese no era su sitio habitual.



Lo más irónico era este cartel, todo serio y formal, que en aquellas circunstancias parecía casi un chiste.



Al fondo los restos de la caldera. Los quemadores de estos trastos deben de costar un dineral, porque en cada sitio abandonado donde he visto uno de estos la “puerta” siempre ha desaparecido, y el aspecto suele ser igual que el de este.



Al fondo encontramos los talleres para las clases de Formación Profesional. Una parte de ellos estaba dedicado a clases de automoción. Encontramos manuales de taller de coches viejos, algunas piezas de repuesto y gran cantidad de aceite de motor tirado.



En el taller contiguo también encontramos este torno, que aunque seguro que había tenido tiempos mejores no se conservaba del todo mal.



El otro lugar de la planta baja que más nos llamó la atención fue el viejo gimnasio, hoy reconvertido en improvisado almacén de mobiliario. Un buen número de mesas amontonadas conformaban una especie de castillo o construcción extraña.



En las plantas superiores encontramos todas las aulas. De ellas poco quedaba, y raro era encontrar alguna pizarra o algún elemento que destacara entre ellas. Sólo algunos poster en las paredes servía para intentar adivinar el uso que habían tenido.



Largos pasillos con aulas a los lados, todos muy parecidos. Daba un poco igual encontrarte a alguien con el trípode plantado en mitad de uno de ellos. Bastaba con girar la esquina para encontrarte con otro casi igual para fotografiar. Aunque siempre se podía encontrar alguna sorpresa.


Entre las aulas, los siempre inevitables aseos. Curiosamente no estaban todos tan reventados como suele ser habitual. No sé que tendrán los lavabos, pero suelen ser los que siempre acaban reventados primero. Debe ser alguna pulsión provocada por demasiados "Niño, lávate las manos".



Una de las pocas salas distintas en las plantas altas eran una especie de laboratorios. Del material quedaba entre poco y nada, aunque las paredes de azulejo y las grandes mesas en lugar de pupitres delataban su antiguo uso.



Lo cierto es que el sitio estaba de lo más reventado. Busqué por todas partes unas viejas máquinas de escribir de las que me habían hablado, pero no aparecieron por ninguna parte. Ni siquiera hechas pedazos, como suele ser lo habitual. Una pena.



Otras visiones nuestra “quedada”:


La decadencia de la educación
, en El tiempo abandonado.

Educación Valenciana, en Naturaleza Muerta.

EnlaceAbandoquedada 2, en Máquinas y escombros.

Y un par de afortunados que vieron el sitio en tiempos mejores:

El centro inocente, en Territorio Abandonado.

Instituto, en La Brujula de los Abandonos.

Por último, una mención especial sobre ese finde de locos que pasamos juntos, en el que veréis fotos de los últimos tres post que he colgado aquí. Las fotos las hizo un gran explorador y mejor persona que por desgracia ya no se encuentra entre nosotros. Fue un placer y un privilegio compartir historias y kilómetros con Alex. Y es una pena que no vayan a ser más.