Mostrando entradas con la etiqueta Belgica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Belgica. Mostrar todas las entradas

4.8.09

La mina gótica de Cheratte

La había oído llamar “La mina gótica”, y la verdad es que vistas las fotos que se encuentran del lugar el apodo le venía que ni pintado.

La última exploración de este viaje estaba localizada en el pueblo de Cheratte. Adosada a la montaña de la que se extraía el carbón estaban las instalaciones de las minas de carbón Hasard, cerradas en 1977 tras más de 100 años de historia.

La entrada fue de antología. Empezamos rodeando el lugar e intentando entrar “por la parte trasera”, que resultó ser una ladera casi vertical y cubierta por la vegetación. Saltar la valla principal tampoco era una buena opción estando tanta gente y siendo una vía tan transitada. Vale, no era muy transitada, pero lo suficiente para ponernos nerviosos.

Habíamos oído hablar de un tal señor Gómez. Así que fuimos a preguntar por el “vigilante” en el bar de al lado. Nos miraron con cara rara y dijeron no saber nada.
Curiosamente, menos de media hora después apareció por allí un señor mayor que nos ofreció abrirnos la puerta por unos módicos 20€ en total. En principio hubo algunas reticencias y paranoias estilo “este vuelve con los matones del pueblo y nos despluman”, pero al final, al tener referencias previas del hombre aceptamos.

Los pisos inferiores tenían un aspecto realmente tétrico. Apenas llegaba la luz del día y teníamos que movernos usando las linternas. Con sólo un par de linternas para seis personas tampoco podíamos hacer muchas fotos. Sin embargo, tras subir a las plantas altas, a cielo abierto, empezó el espectáculo.



Esos que se ven arriba son los edificios principales. Albergaban los laboratorios, zonas de procesado del mineral, servicios y baños. Allí encontramos un par de bocas de mina.
No era muy aconsejable andar metiendo las narices por las galerías, ya que aún quedan bolsas de gas grisú (metano) altamente explosivo, así que apenas nos asomamos un puñado de metros por aquellas galerías tapizadas de restos de carbón y las vías de las vagonetas. Según nos enteramos más tarde, había más de 35 km de túneles horadando la montaña.

El interior de los edificios estaba bastante destruido, aunque aún quedaban detalle como estos ascensores para vagonetas, que conectaban la boca superior de la mina con la inferior, y esta con las vías de tren. Los ascensores estaban bloqueados en la planta superior con unas vigas de acero para evitar su caída. Aún así no había valor como para andar metiéndose en ellos.



Desde las ventanas rotas había una fantástica vista de la plaza central, hoy cubierta por la vegetación, y la enorme torre de ascensores.



La torre es uno de los aspectos más llamativos del lugar. Desde su parte superior, con un sistemas de poleas y cables de acero, bajaban y subían las vagonetas con el mineral a las zonas inferiores de la mina.

Los motores de los ascensores no se encontraba en la torre, sino que estaban situados en el edificio tras ella. A día de hoy las enormes ruedas de acero que enrollaban el cable y sus motores eléctricos han desaparecido, aunque aún puede observarse el “carenado” donde se encontraban.



Los cables subían en diagonal hasta la parte superior de la torre por fuera, donde mediante poleas accionaban los elevadores pensados para desplazar las enormes cargas de lignito.



Desde la plaza principal también se puede observar el puente ferroviario que cruza la carretera del pueblo, aunque las vías más allá del puente han desaparecido totalmente. En el puente se puede leer el nombre de la mina y el pueblo.



Cerca del puente del ferrocarril, y anexo a los edificios principales, se encontraba la zona de oficinas y equipamientos. Una sala grande con vallas para hacer cola daba paso a un enorme panel donde los trabajadores de la mina hacían sus fichas diarias. Hoy incluso se encuentra alguna de las viejas tarjetas de fichadas en su oxidado casillero.



Justo detrás se encontraban las estanterías donde se almacenaban y cargaban las baterías de los sistemas de iluminación eléctrica que usaban los mineros.



Luces no pudimos encontrar ninguna, pero sí que había aquí y allá boquillas respiradoras de goma, parecidas a los respiradores de los submarinistas, para filtrar los gases de la mina.




Cerca se encontraban una serie de oficinas y talleres, probablemente para el mantenimiento de los equipos de los mineros. Aún se podían ver papeles amarillentos y restos de equipo, como botas y similares.



Por desgracia no teníamos todo el tiempo que hubiéramos querido, y con la noche amenazando con caer tuvimos que dejar cosas sin ver, como la subida a la enorme torre. En su parte de abajo si encontramos los restos de un enorme ventilador usado probablemente para inyectar aire fresco en la mina. El hueco por el que descendían los enorme ascensores hoy está cegado, aunque no lo suficiente como para que un importante caudal de agua de lluvia formara un riachuelo que desaparecía entre las rocas.



Monsieur Gómez nos explicó que esta agua era precisamente uno de los motivos por los que no se había derribado definitivamente la mina. Al parecer los túneles habían formado un sistema de desagüe para toda la zona, y demoler y aplanar el lugar podía tener como consecuencia riadas. También nos comentó que una de sus tareas allí actualmente consistía en adentrarse en las partes superiores de los túneles y comprobar los niveles de agua. Nos contó que hace bastantes años (no recuerdo que fecha dijo) hubo una gran riada de agua saliendo por las bocas de la mina que inundó medio pueblo.




También nos estuvo contando que por allí aparecía bastante gente para hacer fotos y que abría la puerta con frecuencia. Incluso nos comentó, en un dialecto entre el francés, el español y su portugués materno, que allí se habían rodado incluso películas de “chucu chucu”. Al principio pensamos que tendría algo que ver con las vías de tren de la mina, pero con unos cuantos expresivos gestos acabamos por entender que se refería a películas porno.



En resumen resultó una visita de lo más interesante, tanto por la arquitectura como por los restos, a pesar de las pintadas y los destrozos. Lástima no haber dispuesto de más tiempo para pasear por las ruinas casi góticas de aquél lugar. Desde luego, a mi parecer, fueron unos 20 € de lo más aprovechados.



Tras despedirnos de Stewie, Daphee y Umpi, que se marcharon rumbo a Alemania, nosotros pusimos el GPS con destino a Amsterdam para disfrutar de un poco de “turismo convencional” :)



Enlaces:
Una vez más, forbidden places fue quien nos puso en la pista de la mina en este artículo . No os perdáis sus fotos de los motores y las tomadas desde lo alto de la torre.
Más fotos, aunque con texto en inglés, en Opacity y StahlArt.

10.7.09

Autobuses abandonados en Bélgica

Volviendo del abandono anterior empezó a llover con fuerza. Teníamos pendiente una visita un tanto especial, ya que más que un lugar abandonado se trataba de máquinas abandonadas.

La información que teníamos era un tanto vaga, y estábamos pendientes de que Umpi, de última-visita, viniera al día siguiente para ver el sitio, ya que él fue quien había conseguido toda la información del lugar. Aún así, con algo de luz y tiempo disponibles y nada mejor que hacer, decidimos echar un vistazo al lugar y hacer una visita “previa”.

Cuando llegamos caía agua realmente en serio. A primera vista teníamos una fábrica muy destrozada y pintada que en nada se parecía a las fotos que habíamos visto del lugar. Empezamos a echar un vistazo rápido para comprobar que allí no había nada que se pareciera a un autobús. Solamente había pintadas, goteras y escombros.

Se me ocurrió echar un vistazo a una nave cercana, para comprobar que, a pesar de estar en el mismo recinto sin separación física de la fábrica, la otra nave estaba en uso y cerrada. La exploración previa ya significó empezar a estar ligeramente pasado por agua y empezando a coleccionar barro en la ropa. Tras encontrar un camino de vuelta a donde estaba el resto del grupo que no implicase tanto barro y charcos volvimos en grupo para comprobar la nave.

Tras rodear la nave encontré una vieja barbacoa, un par de sillas y una puerta atrancada. Por suerte, la puerta no estaba cerrada con llave, así que tras un empujón pude asomar la cabeza en la nave. El primer vistazo me indicó que, tal y como parecía, el lugar no estaba abandonado. Herramientas, botes de pintura, y sobre todo un par de flamantes furgonetas blancas al fondo lo denotaban claramente. Al otro lado, como un enorme dinosaurio rojoanaranjado, y cubierto con una enorme funda de tela, estaba el primero de los autobuses que buscábamos. Tras dejar la puerta tal y como estaba me reuní con el resto del grupo.



A esas alturas de la tarde el cansancio acumulado del madrugón del aeropuerto, más el de los abandonos del día empezaba a pasar factura. Por suerte mi abrigo estaba resultando totalmente impermeable, al igual que las zapatillas de gore-tex, que demostraron valer su peso en oro a pesar de lluvia y charcos. Sin embargo los vaqueros eran otra cosa: estaban totalmente empapados. Con las cámaras en el coche, y el resto del grupo bastante pasado por agua, decidimos volver al día siguiente con Umpi, cámaras, y esperando algo menos de lluvia.

Tras la obligada visita al aeropuerto, recoger a Umpi y alquilar otro coche volvimos al lugar.

Si antes parecía que no estaba abandonado ahora no quedaba duda alguna: puertas abiertas, coches aparcados en el interior. Una empresa en pleno funcionamiento un lunes por la mañana. Por suerte una vez más las habilidades diplomáticas de Stewie nos proporcionaron acceso sin mayor problema.

Y allí estaban. Tal y como los vi el día anterior, un montón de viejos autobuses de línea, amontonados en el fondo de la nave.

La primera impresión era que llevaban allí una eternidad, tal era la capa de polvo que había sobre ellos. Mirando las fotos en la pantalla de la cámara parecía casi como si estuvieran tomadas en blanco y negro.



La gran mayoría de ellos eran viejos Vanhool sobre plataformas y motores Volvo, todos pintados en color anaranjado.





A pesar de coincidir en color y aspecto, un vistazo más detenido mostraba distintos detalles, como faros, espejos y demás, que los diferenciaban entre ellos.



La mayor parte de ellos parecían autobuses urbanos o de cercanías, con asientos un tanto espartanos y las típicas barras para que los pasajeros pudieran viajar de pie sin caerse.



En estos casos, los buses tenían un pequeño “mostrador” a la derecha del conductor para poder cobrar los billetes.



Al fondo de la nave, tras todos los autobuses, se amontonaban un buen montón de motores. Parece que, o bien los ahbían desmontado para repararlos, o bien eran motores de desguace para sustituir los originales. La mayor parte de los autobuses tenían el motor en la parte de atrás. En este se puede observar la trampilla en la parte trasera de la zona de pasajeros para acceder al motor.



Otros de los buses parecían haber servido para transporte escolar, por las señales en su parte trasera. Costaba imaginar que alguna vez estos bichos hubieran estado llenos de críos dando gritos y pegando mocos en los asientos.

En otros casos, el aspecto era más “actual”, dentro de lo antiguo, con asientos más cómodos y mullidos. Probablemente estaba pensado para rutas más largas que el resto.



El asiento del conductor estaba bastante estropeado, pero no tanto como parecía. Resultaba curioso el pequeño ventilador en el salpicadero, recuerdo de una época en la que el aire acondicionado en los autobuses era sólo un lujo al alcance de pocos.



Este, sin embargo, tenía el aspecto de ser el más antiguo de todos, por lo espartano de sus asientos.



El puesto de conducción estaba reducido a la mínima expresión, con apenas un puñado de botones y palanquitas asomando entre el polvo. En aquella época el concepto de ergonomía debía de ser un perfecto desconocido. Basta con fijarse en todo lo que debía inclinar la vista el conductor simplemente para leer los indicadores.



Otro de los buses más llamativos era este otro. Tenía aspecto antiguo y le faltaba el parachoques delantero, y tal vez el motor o la caja de cambios, por el vacío en la parte delantera. Era el único pintado en color crema.




La puerta del conductor de este se podía abrir sin problema. La verdad es que entrar por ella era un tanto difícil, sobre todo cargado con la cámara y el trípode.



Por la marca en el volante se podía saber que el autobús era de la marca “Büssen”, aunque no he encontrado ninguna referencia en la red a la marca.



De la marca que sí hay información es de la que fabricó este pequeño urbano pintado de amarillo: Jonckeere. El fabricante belga que empezó construyendo carruajes de caballos en 1881 y que sigue fabricando autobuses actualmente. Este en concreto es un modelo B59-55 que aún puede verse rodando en países de la Europa de este.



Otro autobús que llamaba la atención era uno grande y verde que estaba en una esquina. Desgraciadamente estaba tan pegado a la pared y al resto de autobuses que no había manera de hacerle una foto decente del exterior.
Lo curioso de este bus es que parecía ser un autobús-escuela para prácticas.

El interior estaba casi totalmente a oscuras, en parte por las cortinas echadas, y por lo encajonado que estaba. Esta foto tuve que hacerla “pintando con luz” con la linterna.



El puesto de conducción no estaba mucho más iluminado, tal era la cantidad de polvo que había en sus cristales.



Estuvimos unas cuantas horas paseando entre los autobuses, haciendo fotos sin parar, cada uno por su lado para no molestarnos en las tomas y comentando los detalles cuando nos cruzábamos entre los autobuses.



No nos enteramos del por qué de la presencia de todos aquellos autobuses al fondo de una nave industrial. La idea que sonaba más plausible es que el dueño fuera un coleccionista o algo parecido. Desde luego se hacía difícil pensar en que alguna vez fueran a volver a circular, pero quien sabe… Tal vez con una limpieza y una puesta a punto pudieran volver a dar guerra como clásicos o buses turísticos.




De cualquier manera, la visita fue una de esas de las que uno recuerda con el tiempo, y ni siquiera el chaparrón que nos cayó al salir de allí consiguió aguarnos la fiesta.

Enlaces:
En este caso tenéis un buen par de "versiones" de esta visita, a cual mejor:
- Fotos y texto en El depósito de autobuses, en Ultima Visita.
- Video en Bussen, de celatv.

1.7.09

Colegio abandonado en Bélgica

Vas por la autopista. De repente ves un edificio de aspecto gótico y oscuro en un lado…. “Parece abandonado”, dice alguien.
A la vuelta lo ves desde lejos. El conductor reduce un poco la velocidad…. “¡Ventana rota!¡Hay una ventana rota!”. El conductor toma la siguiente salida y tras dar un par de vueltas por los suburbios aledaños acabamos por dar con el edificio.



La segunda impresión confirma a la primera: está abandonado. Las pintadas en las puertas, algún cristal roto y, sobre todo, las tablas de madera cubriendo alguna ventana rota son características habituales de un abandono. Que el resto de las ventana estén intactas y que no se vean destrozos mayores indican que tiene todas las papeletas para ser un abandono “de los buenos”.

Los buenos abandonos tienen una pega muy gorda, y es que de algún modo están “protegidos”. Puede ser algo tan sencillo como tener todas las puertas y ventanas cerradas con llave, estar tapiados o tener vigilante. Como nunca forzamos la entrada esto suele ser un problema.

Una revisión rápida de perímetro nos permite comprobar que las puertas están cerradas, las ventanas demasiado altas para abrirlas y los muros en buen estado. Ojeando por las mirillas de las llaves y alguna grieta observamos que el interior está abandonado sin duda.

Los carteles en la fachada, en francés y alemán, nos llevan a pensar en un orfanato. Sobre todo al leer la palabra “Orfanarium”.

Nos llama la atención la entrada lateral del edificio… Antena de televisión, ventanas con visillos… ¡un perro! Por suerte viajamos con Mr. Stewie, reconocido relaciones públicas. Una llamada al timbre, un belga con aspecto de no estar muy ocupado y 3 minutos de conversación en francés nos abren las puertas del edificio.

Nos contó que más que un orfanato, el lugar era un colegio en régimen de internado para los hijos de los “batelliers” o fabricantes de barcos. Al parecer debía ser un negocio importante debido a la cantidad de canales que cruzan la zona, convirtiendo la vía fluvial en un factor importante en el transporte de mercancías y personas.

Nos contó también que el lugar se encontraba en obras para convertirlo en apartamentos. Las obras eran patentes en todo el edificio, y prácticamente no quedaba ningún suelo intacto, al haber quitado las losetas. Resultaba curioso ver como los materiales de obra se amontonaban junto a los dibujos que los niños habían dejado en las paredes.



En la planta baja se encontraban la mayor parte de las clases. Aún permanecían allí las enormes y antiguas pizarras de tres cuerpos con montones de inscripciones en tiza, auque probablemente posteriores al cierre de la escuela.



Las escaleras eran algunos de los elementos que mejor se conservaban. Por el aspecto diría que el nuevo proyecto de apartamentos pretendía mantenerlas en su estado actual, ya que se conservaban en buen estado y era una de las pocas áreas en las que las losetas del suelo permanecían en su lugar.



En las plantas superiores se encontraban los comedores y dormitorios, separados por sexos, según nos contó nuestro anfitrión. También había un par de enfermerías y algunas habitaciones para profesores y cuidadores.



En algunas de las ventanas aún permanecían pegados viejos recortes de papel coloreado por los críos, como es el caso de estas flores.



En los pisos superiores había algunas habitaciones grandes con techos acabados en pico. Una de ellas se usaba como pequeño cine. La pena es que había muy poca luz para hacer fotos, y la poca que había venía de pequeños ventanales, de modo que no había manera de hacer fotos decentes. Lo que más me llamó la atención fueron las viejas ventanas con marcos de madera y cierres metálicos.



Tras ver las plantas superiores nos bajamos a los patios.



Había un viejo teatro, aunque las obras lo habían dejado en bastante mal estado y estaba lleno de escombros y con poca cosa que ver.
En el exterior nuestro guía nos comentó que en las plantas inferiores estaban las cocinas y la lavandería, aunque una llamada inoportuna hizo que la visita se acabara de forma bastante repentina, así que sólo vimos la planta sótano por fuera.



Tras despedirnos nos dedicamos a hacer las fotos de rigor del exterior y alguna que otra de grupo. Lo curioso es que el encargado volvió mientras estabamos aún por allí y nos invitó a ver la “casa del director”.

No es un abandono en el sentido estricto, pero la verdad es que era curiosa, sobre todo teniendo en cuenta que aún no estaba reformada y que se mantenía en un excelente estado.



Habitaciones vacías y tres plantas. Lo que más miedo daba eran las escaleras a la buhardilla. Apenas cabía un pié en cada escalón. Al menos eran estrechas como para apoyarse en la pared…



En el desván aún se mantenían los depósitos de agua caliente, aunque por el estado y el óxido supongo que el nuevo propietario debería pensar en buscarse unos nuevos.



El baño tenía ese aspecto añejo de “casa de la abuela”. Sin embargo el estado de los sanitarios era impecable.



En resumen, un golpe de suerte de los buenos. Una auténtica pena no haber encontrado el sitio un año antes y haberlo visto sin todas esas obras empezadas. Aún así, los colegios abandonados siempre resultan emotivos, y más cuando aún encuentras los coloridos restos de los trabajos de los pequeños.

Enlaces:
La misma visita y más fotos, desde otro punto de vista, en Abandonado a su suerte.

20.5.09

Cementerio de locomotoras en Bélgica

Y volvemos a dar otra vuelta de tuerca al tema ferroviario. Esta vez se trata de unos viejos talleres donde antaño se realizaba el mantenimiento de las locomotoras diesel de los ferrocarriles belgas, y que hoy sirve como morada de un buen número de estas.

Tras el madrugón de rigor, que parece que vuelos baratos y a horas razonables son conceptos incompatibles, llegamos al pequeño aeropuerto de Charleroi, donde no estaban esperando Mr. Stewie y la Srta. Dafy, que habían llegado la víspera.

Unos cuantos km. de viaje nos llevaron hasta el aparcamiento de un supermercado bastante animado para lo temprano de la hora. Más sorprendente aún pensar que un sitio abandonado estuviera pegando casi pared con pared a casas habitadas, y que el sitio no estuviera hecho pedazos.

La primera sorpresa del día fue una enorme excavadora trabajando en la entrada principal levantando gran cantidad de tierra. Unas oficinas portátiles y un montón de coches aparcados detrás indicaban que el sitio no está tan abandonado como yo pensaba, lo que explicaría en buena parte que se mantenga en tan buen estado.

Un pequeño rodeo y una alambrada caída nos llevarían al interior de la enorme nave de color gris oscuro, que contrastaba como una herida mal curada entre la verde vegetación que la rodeaba. Techos altos, luz escasa y algunos escombros aquí y allá. Pocas pintadas y un viejo sofá tirado.
Como banda sonora, el ruido de la excavadora trabajando a unos pocos metros más allá de donde estábamos.



Justo al otro lado del primer muro apareció la primera de la muchas locomotoras que descansan allí. Grande, cuadrada, silenciosa y pintada en colores amarillo y verde, como el resto de sus compañeras.



Lo más impresionante es que tras ella, se encontraban una decena de hermanas gemelas, una tras otra, en una cola que llegaba a salir del edificio por una de las enormes puertas.




En aquel momento ya cada uno había ido por su lado y sólo nos encontrábamos de vez en cuando mientras hacíamos fotos a aquellos gigantes agazapados en las sombras.

El material ferroviario se encontraba en bastante buen estado, aunque algunas chapas mostraban heridas de óxido en su pintura y algunos faros rotos por desaprensivos, pero el aspecto en general era de que podrían volver a echar a andar sin demasiado problema.



Las cabinas estaban abiertas y se podía curiosear a placer. Resultaba sorprendente lo escuetos que resultaban los mandos para manejar algo tan grande y pesado. Curiosamente, la mayoría de los puestos de conducción habían perdido los asientos del maquinista.



En total distinguí tres modelos de máquinas. La más antigua parecía esta, de aspecto cuadrado y con la cabina situada en la parte trasera de la máquina. Su cabina es la que aparece en la imagen anterior.



El segundo modelo tenía un aspecto más moderno, con la cabina situada en el frente de la máquina y los faros en ángulo.




Curiosamente todas las unidades de este modelo estaban situadas en el exterior de la nave. En este caso encontré algunas máquinas con los puestos de conducción más o menos intactos, con su asiento en su lugar correspondiente.





El panel de mandos de estás máquinas era bastante más complejo que en la anteriores, aunque el número de mandos e indicadores distaba mucho de ser impresionante.





Lo que sí impresionaba era la enorme maquinaria encargada de generar, a partir del combustible diesel, la electricidad necesaria para mover los motores de las ruedas. Haber visto toda esta maquinaria en funcionamiento debía ser aún más impresionante.



El tercer modelo, de aspecto más actual, era este. No había más que unas pocas de este tipo.



Los motores tenían un aspecto mucho más “compacto”, sin tanto cable y tubos a la vista como en el modelo más antiguo.



En la zona exterior las máquinas se encontraban rodeadas de maleza hasta el punto de que resultaba difícil pasar de una vía a otra, o incluso andar junto a ellas.



Sin embargo, la zona de vías más vacía era la más limpia. Allí estaba esta larga fila de locomotoras del modelo más antiguo. Es posible que estas vías aún se usen de vez en cuando como aparcamiento de la terminal de carga situada cerca de estos talleres, y que aún está en funcionamiento.



De que estaba en funcionamiento me di cuenta cuando iba a hacer esta toma, ya que de repente empecé a ver bastante movimiento de gente y coches a pocos metros, tras lo que me di la vuelta discretamente y volví hacia la nave.



Aparte del hangar principal pocas cosas interesantes había. En dos de los lados del cuadrado había habitaciones, pero estaban totalmente vacías, excepto por unos servicios totalmente destrozados de los que apenas quedaba algún sanitario y un sótano con un par de calderas viejas, pero sin luz alguna. Lo único que me pareció interesante fue esta vieja pizarra donde tomarían notas sobre las reparaciones. La foto está tomada desde el hangar a través de lo que quedaba de la ventana, que era poco más que el agujero.




En la separación entre dos áreas del hangar había también una pequeña habitación acristalada, con algunas ventanillas. Probablemente fuera el despacho del jefe de taller, ya que desde sus cristales se podía observar la mayor parte de la zona de vías, siempre que alguna máquina no tapase la visión. Ahora la mayor parte de los cristales están rotos o prácticamente opacos por el polvo.



En cierto momento apareció por allí lo que parecía un operario, con mono de trabajo y un chaleco reflectante parecido al que es obligatorio tener en los coches. Cuando lo vi me escabullí discretamente entre las máquinas, pero Mr. Stewie, que aparte de hablar francés es una de esas personas capaces de venderle arena a un beduino se puso a hablar con él. Lejos de echarle la bronca estuvo un rato hablándole de los distintos modelos de locomotoras y sobre las obras. Al parecer el edificio (o las máquinas, que no quedó muy claro) lleva tiempo vendido, pero no se sabe cual va a ser su futuro.




También comentó que la mayoría de estas máquinas llegaron hasta donde hoy reposan usando sus propios motores, y que habían sido retiradas por “simples”. Al parecer los nuevos modelos están controlados totalmente por ordenador, de modo que estas viejas damas, dependientes totalmente de su conductor, quedaron obsoletas. Supongo que la eficiencia energética y el mantenimiento debió también de tener algo que ver en esto, ya que por muy caro que sea instalar un sistema informático en estos mastodontes no creo que lo sea más que construir otro desde cero.



No sabemos que les deparará el destino a estos dinosaurios de la vía. Esperemos que Chicago, Barracuda, Condor y sus compañeras sigan mucho tiempo como testigos del paso del tiempo.


Enlaces:
- Un post sobre el lugar del Sr. Umpi en Última Visita, que estuvo junto a Stewie en este lugar el año pasado. Resulta curioso ver que las locomotoras apenas han cambiado en un año, mientras que las habitaciones periféricas han perdido todo su mobiliario.
- Más antiguo, pero tanto o más interesante, otro post en castellano sobre el cementerio en Forbidden Places. Mr. Stewie dejó allí un comentario de lo más revelador sobre los modelos de locomotora.
- Más moderno, de hecho, tan moderno como que la visita es la misma que la mía, el post de Abandonado a su suerte. Lo más curioso es ver el mismo escenario, y a veces casi la misma foto, desde otro punto de vista.

Salu2!