25.4.11

La clínica de las sorpresas.

A un paseo a pie del bar del post anterior estaba esta pequeña clínica. Mucha gente para poco sitio, además de que los alrededores estaban bastante más animados de lo que es deseable, incluyendo a niños jugando al fútbol y alguna abuelita de paseo.

Por suerte la entrada era relativamente rápida y discreta, aunque hacía falta algo de esfuerzo. Al final, entre unos que ya conocían el sitio, y otros que estaban en “modo picnic” con más ganas de echar risas que y de echar fotos acabamos dentro un número pasable de gente.

Aun así, era bastante difícil andar haciendo fotos sin que alguien asomase la cabeza en la toma, pero al fin y al cabo hasta esto también tiene su punto de diversión.

La clínica tenía unas pocas habitaciones que conservaban las camas, e incluso algún armario. Lo que anda por el suelo parecían las palancas y manivelas para ajustar la postura de la cama, a base de engranajes, cremalleras y ejes.



En otras habitaciones había restos de maquinaria. No estoy seguro de para que servía, pero desde luego tenía un aspecto bastante antiguo.




No podía falta un cuarto de baño. Contaba incluso con una pequeña bañera. En la foto no lo parece por “culpa” del angular, pero en realidad era bastante pequeñito.



Al fondo había una habitación con varias pilas y lo que parecía una lavadora o centrifugadora. No me quedó muy claro si era un laboratorio o si era una habitación de servicio que hacía las veces de lavandería. Tampoco quedaba mucho más aparte de los poyetes de obra para sacar conclusiones. De todas formas, por la ubicación en un extremo del edificio y junto a las habitaciones, casi apostaría por lo último.



Justo en el centro de la clínica había una habitación más grande que el resto que debía servir como sala de curas y consulta. La camilla era batante grande y tenía incluso unos estribos para facilitar la exploración ginecológica. En la camilla alguien se había dedicado a practicarle acupuntura con agujas hipodérmicas con un resultado un tanto inquietante.



Anexa a la sala había una habitación pequeña con restos de material médico. Estaba comunicada con la sala por una pequeña puerta y por grandes ventanales, hoy rotos.



En el otro extremo de la clínica había más habitaciones de uso médico. Algunas aún conservaban documentación como revistar médicas y algún mueble, además de un segundo cuarto de baño, este bastante más grande que el anterior.



En la sala más grande nos encontramos gran cantidad de equipo médico, destacando la enorme máquina de rayos X. De la máquina propiamente dicha apenas quedaba nada , pero si de la mesa para las radiografías. Nunca me han gustado las máquinas de rayos X abandonadas. Lo normal es que el elemento radiactivo que genera los rayos X haya sido convenientemente desmantelado, o incluso que siga en la máquina a buen recaudo, sin embargo uno nunca lo sabe a ciencia cierta, por lo que es mejor no andar mucho tiempo en sitios así. Y si no, que se lo digan a los chatarreros de Goiania.



Además de la cama basculante también había otro equipo médico. Resulta sorprendente encontrar tanto equipo en una clínica tan pequeña, sobre todo estas máquinas tan enormes y antiguas. Parte del equipo debía servir para manejar la máquina de rayos, pero otro, por ejemplo el del fondo, con tanto tubo de goma, a saber para lo que serviría.



Para ser un sitio tan pequeñito era sorprendente el juego fotográfico que daba el sitio. En menos de 5 minutos lo habías visto entero hasta el último detalle, y sin embargo te podías pasar horas con la cámara buscando nuevos ángulos y detalles. Y ni una sola pintada en todo el lugar. Ojalá hubiera más sitios así. Por haber, hasta había aún agua corriente. Durante toda la estancia nos acompañó el murmullo del agua que producía una tubería rota.