22.11.11

Fábria de harinas abandonada

Nuestro siguiente destino era una vieja fábrica de harina de la que teníamos alguna referencia que otra. Al llegar allí nos encontramos que el lugar estaba muy cerca de una carretera bastante transitada, y encima en los alrededores había un par de asentamientos chabolistas que no daban demasiada tranquilidad. Esperamos un rato a que no hubiera moros en la costa y nos dirigimos al edificio intentando poner aspecto como quien está en su jardín el fin de semana.



La entrada al edificio no tenía mayor problema. Lo primero que nos llamó la atención fue el suelo. Daba la impresión de que ahí el agua entraba en buena cantidad, acompañada de tierra. Ahora, el barro seco y cuarteado le daban a la habitación casi vacía un aspecto de lo más curioso.



Además del suelo, lo único destacable era un viejo montacargas que, sorprendentemente, aún seguía en el piso superior. Lo habitual es encontrarse los ascensores en el piso más bajo, si es que están. Por ahora, la competencia entre la gravedad y el óxido tienen al segundo como ganador temporal.



Observando la maquinaria de cerca saltaba a la vista que los nuevos habitantes del lugar habían dejado su huella. O más bien sus heces. Toda la maquinaria del montacargas estaba cubierta de excrementos de paloma.



Las siguientes habitaciones estaban elevadas respecto a la primera. Esto hacía que en el suelo no hubiera restos de barro, aunque en casi todas partes había una generosa capa de excrementos de pájaro. La planta superior era de madera, aunque la mayor parte de las columnas eran metálicas. En el suelo se podían observar unos pequeños “bordillos” de cemento que indicaban donde había estado la maquinaria hoy desaparecida.



En la siguiente habitación, una de las más grandes, encontramos esta curiosa estructura en forma de rampa circular. Estaba hecha de madera en su totalidad, lo que explicaba su deplorable estado.



Probablemente alguien había intentado usarla para subir a la segunda planta con el resultado que se puede observar. Al menos el que fuera tuvo suerte de que se rompiera abajo, y no arriba.



En la primera foto se puede ver al fondo lo que queda de la escalera de acceso al segundo piso. En este caso, la estructura no ha aguantado el paso del tiempo tan bien como los pilares de metal, y se ha venido abajo dejando colgando la barandilla metálica. Espero que no pillase a nadie subiendo.




Más al fondo encontramos una zona más colorida, que debió de servir como vivienda u oficinas. El color de las paredes era totalmente distinto a la zona que habíamos visto, y las ventanas de madera aún se conservaban en parte.



También encontramos los restos de una vieja cocina sumida en la casi total oscuridad. Para hacer esta foto tuve que exponer casi un minuto, y encuadrar a ojo y con la ayuda de la linterna. Cuando vi los azulejos blancos en la pequeña pantalla de la cámara casi no me lo podía creer. Aún hoy, la capacidad de las cámaras de "ver en la oscuridad" me sigue sorprendiendo.



En un pequeño cuartito justo detrás de la cocina encontramos algunos restos más de maquinaria, aunque poca cosa. Estas pesadas ruedas de piedra debían servir de muelas para triturar el grano. Debían de tener algo más de un metro de diámetro. Aunque lo suyo hubiera sido buscar alguna referencia no encontré nada que me pudiera servir por allí.



Colgado del techo estaba el típico depósito de agua caliente antiguo que se suele encontrar en las casas viejas, aunque en este caso el tamaño era bastante mayor de lo habitual, con casi 3 metros de largo por más de 1 de diámetro. También estaba bastante más oxidado de lo que suele ser habitual, aunque no estoy seguro de si se debía al tiempo o a que aquel lugar tenía pinta de mojarse bastante con las lluvias.



La prueba de lo del agua estaba a pocos metros de allí, en un pequeño sótano apenas un metro más abajo del nivel del suelo. Por suerte el reflejo de un pequeño ventanuco en el agua sirvió para darme cuenta de que estaba totalmente inundado antes de bajar las oscuras escaleras.



De vuelta a la entrada nos fijamos en alguna de las columnas metálicas de esa zona, bastante más estéticas que las simples vigas de hierro en forma de H que sujetaban los techos del resto de zonas. Prácticamente no tenían óxido, salvo en la zona inferior, donde parecía faltar parte del suelo.



El sitio en principio tiene poco que ver desde un punto de vista industrial. Sólo techos y paredes y prácticamente ninguna maquinaria. Tampoco resultaba especialmente grande, sobre todo al ser imposible acceder a las plantas superiores. Aún así, es de esos sitios en los que buscando un poco se consiguen algunas fotografías interesantes, o al menos eso me parecen a mi.



Espero que os haya gustado. En una semana escasa lo más probable es que esté más que liado explorando sitios más nauseabundos aunque bastante más cálidos y adorables. Espero que cambiar pañales se me de mejor que hacer fotos… : ) Por este motivo me va a tocar dejar los abandonos durante una buena temporada, pero no os preocupéis, que todavía tengo material de archivo como para ir tirando unos cuantos meses más a razón de un post cada dos semanas.

Así que hasta dentro de dos martes, si nada se tuerce.

Salu2!

8.11.11

Fábrica de piensos abandonada

Nuestra siguiente visita fue una pequeña fábrica de piensos. Tras un pequeño rodeo dimos con la puerta trasera abierta de par en par. La parte trasera sólo tenía un montón de malas hierbas y varios establos de cemento sin el mayor interés, de modo que nos dirigimos al edificio principal directamente.

La zona por donde entramos estaba situada directamente debajo de los gigantescos depósitos de pienso. Una serie de compuertas bajo los depósitos y unos canalones conducían el producto hasta un tornillo sin fin que servía para transportar el pienso.



Una vez allí empezamos a oír voces. Afinando el oído dedujimos que había al menos tres personas, y por el tono pensamos que había una o varias mujeres.
Discretamente nos dirigimos a las voces para saber a qué atenernos… Descubrimos que habíamos acertado en el número solamente. Se trataba de tres chavales de unos 13 ó 14 años. Les saludamos y seguimos a lo nuestro. Lo divertido es que durante una hora más o menos dejaron de pegar voces y a veces los veíamos observándonos desde alguna ventana.

En el patio trasero de la fábrica se observaban los enormes depósitos que eran lo que más llamaba la atención del lugar. Justo debajo estaba el edificio por el que habíamos entrado.



En mitad del patio, como el juguete roto de un gigante, encontramos una enorme… ¿Chimenea? ¿Tolva? No debía de llevar mucho tiempo allí porque apenas tenía óxido.



El edificio de la derecha parecía bastante más antiguo que el resto de la fábrica, y su estado era francamente malo en comparación. El techo había desaparecido y estaba lleno de hierbajos. A la derecha había tres portezuelas de lo que parecían ser antiguos hornos. Mi compañero de excursión encontró una camada de gatitos recién nacidos en uno de ellos. Por suerte la madre no andaba por allí. Si no, probablemente habríamos salido con algún arañazo de allí.



En el edificio más cercano a la entrada original, con su enorme puerta bien cerrada, encontramos los restos de la oficina. Lo cierto es que era poco más que una habitación grande y un par de almacenes.



El resto del edificio servía de vivienda: cocina, baños aunque ningún salón como tal. Todas las habitaciones tenían más o menos el mismo tamaño a ambos lados de un enorme pasillo.



En la planta superior estaban los dormitorios, alguno de los cuales aún conservaba algo de mobiliario, aunque en un estado bastante precario.



De los baños apenas quedaban algunas bañeras y poco más. Menos mal, porque un abandono sin bañeras parece que le falta algo… Lo mismo que cuando no encuentras alguna silla.



Tras recorrer la casa nos dirigimos al edificio de la fábrica donde estaban los chavales y que habíamos dejado para el final, por aquello de no tener gente en medio de las fotos. Por suerte se habían marchado ya, así que pudimos fotografiar a placer.

Lo más curioso era una máquina que aparentemente servía para llenar sacos con pienso. Lo curioso es que, a diferencia de la mayor parte de la maquinaria que solemos encontrar, esta estaba hecha en su mayor parte de madera, en vez de metal.



El resto de la estancia lo componían varias tolvas con canales metálicos con tornillos sin fin en su interior, para transportar el pienso hasta la máquina anterior.



En esta foto se aprecia perfectamente el tornillo sin fin. Lo que había por el suelo era una cantidad ingente de excrementos de paloma, por lo que tuvimos cuidado de no levantar mucho polvo por el bien de nuestra salud.



La fábrica no era muy espectacular, ni tenía mucha maquinaria, pero desde luego valió la pena echarle un vistazo. Lo curioso es que no encontramos muchas pintadas ni excesivos destrozos, a pesar del fácil acceso al lugar. Es una pena no encontrar más sitios así.